Las proletarias del proletariado

Pensando de qué manera podemos abolir el patriarcado, nos topamos con cuestiones de fondo ligadas al corazón del sistema capitalista en el que estamos insertos.Tomar conciencia y desnaturalizar estas cuestiones es el primer paso para proyectar el cambio social.

Si tomamos el concepto de “acumulación originaria” de Karl Marx, podemos ver cómo se analiza el capitalismo desde el punto de vista del proletariado asalariado de sexo masculino y el desarrollo de la producción de mercancías. Ante esto, la escritora italiana Silvia Federici, propone estudiar este carácter histórico del capitalismo desde otro punto de vista, según los cambios que introduce en la posición social de las mujeres y en la reproducción de la fuerza de trabajo. Esto último se ha convertido en el trabajo específico de las mujeres, calificado como trabajo no asalariado, como servicio personal o como un recurso natural. 

 
   La acumulación primitiva fue una herramienta esencial para construir un orden patriarcal en el que tanto los cuerpos de las mujeres, como su trabajo y su sexualidad fueron colocados bajo el control del estado y transformados en recursos económicos. Podría decirse que no sólo se acumularon y concentraron trabajadores explotables y capital, sino que también se acumularon diferencias y divisiones dentro de la clase trabajadora, en donde las jerarquías construidas a partir del género fueron uno de los componentes de la dominación de clase y de la formación del proletariado moderno.

   A partir de esto, sostenemos que las mujeres poseen intereses particulares dentro de su clase. Este modo de explotación patriarcal establece la opresión común (porque afecta a todas las mujeres), específica (porque la obligación de prestar servicios domésticos gratuitos se impone únicamente a las mujeres), y principal (porque incluso cuando las mujeres trabajan fuera de su casa, la pertenencia de clase derivada de este hecho viene condicionada por su explotación en tanto mujeres).

   Según la socióloga y feminista francesa Colette Guillaumin, existe una diferencia entre la apropiación de la fuerza de trabajo, en el caso de los proletarios, y la apropiación material del cuerpo, en el caso de las mujeres,siendo esto lo que define la naturaleza específica de su opresión:“la sexualidad es al feminismo lo que el trabajo es al marxismo”.

   Una de las maneras de poder visibilizar esta opresión es desnaturalizándola, pero debemos estar alertas para no caer en lo que Marx definió como “falsa conciencia”, aquel pensamiento que no es consecuente con las verdaderas condiciones materiales de existencia.Las teorías opresivas justifican la opresión sobre una base ideológica, separadas de las verdaderas condiciones materiales de existencia. Los oprimidos que las internalizan como verdaderas caen en una falsa conciencia.Por ejemplo, cuando un hombre cree que la igualdad de género sólo pasa por “colaborar” en las tareas domésticas, o cuando una mujer cree que su inserción en el mercado laboral le concede mayores condiciones de igualdad.

   Es por esto que proponemos realizar un análisis materialista de la opresión de las mujeres, considerando su participación específica en la producción a través del trabajo doméstico, la crianza y la educación de sus hijos. 






   Debe quedar en claro que el trabajo doméstico es esencial para poder perpetuar la supremacía masculina. La exclusividad y la gratuidad de este trabajo están íntimamente ligadas: mientras el asalariado depende del mercado de trabajo, la mujer casada depende de un individuo; mientras el asalariado vende su fuerza de trabajo, la mujer casada la regala.

   Creemos que la lucha debe tener como fin destruir este sistema capitalista, el cual está basado en la heterosexualidad, desmitificando las bases de las relaciones sociales que se naturalizaron desde sus comienzos y generando acciones contra hegemónicas que transformen las relaciones jerárquicas patriarcales que este sistema impone.