Colombia en su laberinto
La guerra y la paz:
“La guerra es la continuación de la política por otros medios”, dijo alguna vez el militar y pensador prusiano, Carl Von Clausewitz. Polémica frase, claro está, sobre todo porque en líneas generales se tiende a pensar a la guerra como la anulación de lo político, como aquel momento donde lo racional cede ante la irracionalidad de la violencia militar ¿Pero es verdaderamente irracional la guerra? ¿O es la consecuencia de un proceso plagado de contradicciones que al agudizarse sólo dejan esa opción?Y en tal caso, ¿qué expresa la paz? ¿Cuán pacífica puede ser?
El domingo 02 de octubre pasado, parte del pueblo colombiano se negó a ratificar los acuerdos que previamente habían pactado el gobierno de Santos y los comandantes de las FARC. Su posición fue mayoría (por escasísimo margen) pero bastó como para poner a más de uno en apuros. Casi al instante, en todas partes, se agitaron voces de desconcierto y consternación ¿Cómo es posible que un pueblo vote contra la paz? ¿Qué clase de locura es esa? No obstante, a pesar del alto nivel de abstencionismo (sólo votaron 13 millones de los 35 millones habilitados) y de la supremacía del No en las ciudades (que no constituyen el centro del conflicto), en detrimento de las zonas rurales donde triunfó el Sí,la frialdad de los resultados estaba allí para despejar cualquier duda.
“La guerra es la continuación de la política por otros medios”, dijo alguna vez el militar y pensador prusiano, Carl Von Clausewitz. Polémica frase, claro está, sobre todo porque en líneas generales se tiende a pensar a la guerra como la anulación de lo político, como aquel momento donde lo racional cede ante la irracionalidad de la violencia militar ¿Pero es verdaderamente irracional la guerra? ¿O es la consecuencia de un proceso plagado de contradicciones que al agudizarse sólo dejan esa opción?Y en tal caso, ¿qué expresa la paz? ¿Cuán pacífica puede ser?
El domingo 02 de octubre pasado, parte del pueblo colombiano se negó a ratificar los acuerdos que previamente habían pactado el gobierno de Santos y los comandantes de las FARC. Su posición fue mayoría (por escasísimo margen) pero bastó como para poner a más de uno en apuros. Casi al instante, en todas partes, se agitaron voces de desconcierto y consternación ¿Cómo es posible que un pueblo vote contra la paz? ¿Qué clase de locura es esa? No obstante, a pesar del alto nivel de abstencionismo (sólo votaron 13 millones de los 35 millones habilitados) y de la supremacía del No en las ciudades (que no constituyen el centro del conflicto), en detrimento de las zonas rurales donde triunfó el Sí,la frialdad de los resultados estaba allí para despejar cualquier duda.
El señor de la guerra:
Ya pocos recuerdan los orígenes que llevaron a la creación de las FARC. Inmersas en la constante crisis política que asoló a Colombia con posterioridad al asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, que derivó en el “Bogotazo” (una inmensa rebelión popular que marcó un antes y después en la historia del país), se forjaron al calor del auge de las guerrillas latinoamericanas de mediados de los sesenta, con el objetivo de dar tierra, a través de la reforma agraria, a un campesinado que carecía de ella. En su larga marcha llegaron a controlar grandes porciones del territorio colombiano. No obstante, de aquellos objetivos iniciales, poco fue quedando con el correr de los años. Lentamente la guerrilla fue cediendo a un tipo de racionalidad donde la supervivencia como organización militar estuvo por encima todo. Tan así fue, que sus líderes no tuvieron reparos a la hora de negociar con narcotraficantes, o llevar adelante eternos secuestros extorsivos, que lejos estuvieron de generar las simpatías del pueblo.
Al mismo tiempo, el terror de los grandes hacendados y latifundistas sentó las bases para la irrupción de grupos paramilitares, que llevaron adelante una política de disputa y control territorial, erigiéndose en un poder militar que cobró mayor autonomía y vigor con el correr de las décadas. Las atrocidades indescriptibles que ejercieron sobre las masas campesinas constituyen todo un capítulo aparte y sus secuelas perduran hasta hoy en día.Pero esto no es todo, también debe considerarse el poder que el narcotráfico tiene en el territorio (todos negocian con ellos), constituyendo auténticas “Narcoguerrillas”, que manejan plantaciones y producen para el mercado externo, cuyo principal destinatario es Estados Unidos, quien a su vez es el mayor vendedor de armas del Estado Colombiano.
Como puede verse,la guerra es todo un negocio en sí, que mueve millones al año, y sostiene los intereses de múltiples actores. Su principal representante, su “señor de la guerra”, quién generó el repliegue más eficiente contra las FARC durante su presidencia, y llamó a votar por el No, amparado en sus altos porcentajes de popularidad, es el ex presidente Álvaro Uribe Velez.
Dale una oportunidad a la paz:
La profunda decadencia que las FARC soportan sobre sus espaldas, y su pronunciado deterioro militar, han obligado a sus dirigentes a pensar una salida lo más rápida posible. El frustrado acuerdo de paz que le permitía una amnistía a sus milicianos y la posibilidad de participar en la vida política teniendo representantes permanentes en el congreso, hubiese constituido una salida más que decorosa para la organización.Justamente esto denunciaron con éxito los sectores que se oponían al mismo, mostrándolo como un pacto de impunidad.
No obstante la paz es vista como una excelente oportunidad de negocios para más de uno, entre ellos nuestro empresario sojero Gustavo Grobocopatelquien ha entablado conversaciones conel presidente Santos:”El gobierno de Colombia me pidió colaboración en el posconflicto, en cómo se inserta en el sistema productivo la gente”, detalló (Infobae 02/07). El campo colombiano es una mina de oro sin explotar. El 60% del total de las zonas rurales carece de título de propiedad. El mismo Grobocopatel, estaría dispuesto a explotar alrededor de “tres millones de hectáreas en soja, trigo y arroz” (La nación 02/07). A esto deben sumarse los intereses que varias multinacionales yanquis, como Monsanto, podrían tener en la región. De hecho Barack Obama, es favorable a una salida pacífica.
El laberinto:
Nadie puede en estas horas asegurar qué ocurrirá. Como puede verse hay muchos intereses en juego de un lado y el otro, y nadie puede atribuirse el predominio.Entre la guerra y la paz, hay una tierra de nadie, habitada por 47 millones de colombianos, enredados en un laberinto de cinco décadas que ya se cobró la vida de 200 mil personas, y de cientos de miles de desaparecidos. Para ellos, cada vez queda más lejos la salida.
Colombia en su laberinto
Reviewed by AZULADO
on
10/11/2016 05:57:00 p.m.
Rating:
Comentá