La calle

 Da bronca, sí. Da bronca que violen el aislamiento. Que se apropien de la calle, por más que sea sólo un rato. Que les den tanta prensa, en todos los canales y medios, sean más o menos  oficialistas u opositores. Que levanten consignas llenas de odio, con causas individuales y anti derechos. 

Da bronca que puedan manifestarse libremente mientras otres si lo hacemos, es bajo la mirada atenta de las fuerzas de seguridad. Ellos tienen ese derecho garantizado, pero algunas semanas atrás, en la marcha por Santiago Maldonado, la represión y las detenciones no supieron de ningún derecho de expresión. Algunes son estigmatizados como “violentos”, hagan lo que hagan, pero, ¿leyeron las consignas en los carteles del lunes? ¿Eso no es violencia?

Da bronca porque las calles son nuestras, pero ahora no podemos ocuparlas, cortarlas, marchar por ellas y darles vida, con banderas de esperanza y defendiendo lo que es de todes. 

No pudimos salir a la calle el 24 de marzo, como lo hacemos todos los años para pedir memoria, verdad y justicia. No pudimos pedir justicia por Luis Espinoza, asesinado por la policía tucumana ni reclamar cuando nos enteramos de la desaparición de Facundo Castro hace meses, menos por los más de 90 asesinadxs en esta cuarentena por las fuerzas de seguridad. No pudimos exigir emergencia nacional por el aumento de femicidios y violencia patriarcal. Tampoco pudimos marchar contra la quema de espacios verdes en el Paraná ni contra la locura del proyecto de granjas de cerdos. 

Pero entendemos por qué no podemos hacerlo. No es porque no nos parezca necesario, al contrario, es una de las pocas herramientas de lucha de las que disponemos. Pero vivimos una pandemia global y tenemos que ser responsables, evitando propagar el virus. Porque para peor, el virus frena buena parte de nuestra vida, pero lamentablemente no frena las injusticias, ni las desigualdades ni los abusos. 

Sobran razones para salir a las calles, pero la creatividad nos lleva a reinventar los reclamos y ocupar y resignificar espacios, como las redes sociales. A seguir abriendo nuestra casa mucho menos de lo que nos gustaría pero con fines solidarios y comunitarios. A seguir luchando desde nuestro lugar y sabiendo que las calles se volverán a llenar de lucha y allí podremos reencontrarnos.