El Fondo que vuelve y el dólar que duele
Nuevamente nuestro país se encamina hacia un acuerdo con el FMI. No es la primera vez que Cambiemos recurre al financiamiento externo, de hecho hasta ahora este viene siendo un recurso bastante común de su política económica. Pero sí es la primera vez que se le pide al Fondo.
¿La excusa? Desde el gobierno dicen que el FMI ofrece las tasas de interés más favorables de la plaza. Lo que no dicen es que de la mano de acordar con este organismo internacional vienen exigencias en política económica y social que no suelen tener contemplaciones respecto a las necesidades de una población cada vez más ajustada.
El anuncio de Macri por televisión de su inicio de conversaciones con el Fondo fue el broche de oro a una semana en la que la “patria financiera” se hizo un festival. Desde el miércoles 3 de mayo vivimos una nueva corrida bancaria, que dio como resultado una nueva devaluación del dólar, al cerrar el mismo a $22,20 el viernes cuando 3 días antes cotizaba a $20,50 (un 10% de aumento) con un pico de $23,30 alcanzado el jueves 3.
El día que se confirmó el diálogo con el FMI, superó nuevamente los $23 y cerró a $22,90. Más allá de las cuestiones coyunturales (negociados de grandes bancos que presionaron a la suba a la divisa, aprovechamiento de los capitales financieros para obtener ganancias exorbitantes, etc.) lo que nos preocupa son ciertas aristas sociales y de tipo estructural observables a partir de estos episodios, los últimos de una larga lista de movidas económicas que sólo benefician a unos pocos.
Podemos ver, entre otras cosas, que la suba de la tasa de interés y la venta de dólares del Banco Central como principales (por no decir únicas) estrategias del gobierno para evitar una corrida como la que terminó sucediendo fueron insuficientes y demuestran su extrema debilidad en estas circunstancias. Si bien al liberar el mercado cambiario en el año 2015 (eliminando el cepo y demás) el ministerio de Hacienda en buena medida se corrió de la discusión, al ver cómo la meta de inflación propuesta para este año se empezaba a acercar cuando recién estamos en mayo, decidió intervenir. Pero sus resultados fueron escasos y no pudo evitar que el dólar se moviera como el mercado quiso.
Para colmo, estos intentos tuvieron una consecuencia concreta. Los dólares que el Banco Central salió a vender son dólares de nuestras reservas, que en vez de utilizarse en inversión productiva fueron puestos al servicio del mercado financiero. Debido a esto, desde marzo de este año se dilapidó más del 12% de las reservas, y si tenemos en cuenta que en lo que va de 2018 no están ingresando tantos dólares desde el extranjero como durante 2017 (surgidos de préstamos, inversiones de capital, etc.), el panorama es desalentador.
En concreto, reservas hay. La pregunta que nos hacemos es: ¿el gobierno va a seguir permitiendo negociados como el de la semana pasada forzando el uso de reservas? Recurrir a un préstamo del FMI parece indicar que la respuesta sería afirmativa.
Todos estos números de las grandes finanzas no tendrían que preocuparnos si no fuera porque inciden de manera fundamental en nuestra economía del día a día. El precio del dólar no sólo le importa al que tiene dólares o al que quiere comprarlos. Nos afecta a todxs. Por ejemplo, un bien que mueve su precio en función del dólar (y según la voluntad de dos o tres empresas petroleras) como es el combustible, no sólo impacta en quienes tienen un vehículo, sino en todos los productos que se transportan en camión: alimentos, bebidas, leche, pan y más. Si a eso le sumamos que en una economía como la nuestra donde el Estado no controla los precios, los famosos "formadores de precios" hacen lo que quieren, tenemos una inflación descontrolada.
Hacemos hincapié en nuestro ejemplo en los productos alimenticios por una razón muy simple: todo el mundo necesita comer, por lo tanto, seamos ricos o pobres, tenemos que comprar comida. Pero no afecta lo mismo que suba el precio de los alimentos para quien sólo cobra un plan social o una jubilación mínima o un sueldo en negro en comparación con aquellos que ganan fortunas. Peor aún si las decisiones gubernamentales, muchas de ellas aprobadas en el Congreso con votos de quienes se presentan como “opositores” al PRO, apuntan a recortar directa o indirectamente los ingresos de laburantes o jubilados. Lo vimos en diciembre con la reforma previsional, lo quieren repetir ahora con la reforma laboral. También lo vemos en los tarifazos que se repiten año a año.
El rumbo que desde el gobierno se le pretende dar a la economía da cuenta de una situación estructural que no distingue color partidario: hay sectores de nuestra sociedad que no dejan de incrementar sus ganancias, sea cual sea la coyuntura económica, política o social. Si bien el orden de importancia varía según la época, los exportadores de granos, los agentes financieros y los proveedores de servicios públicos (como electricidad y gas) desde hace décadas que se encuentran entre los “ganadores”, más allá de cuál sea el modelo económico.
Sin un gobierno nacional que se plante frente a estos grandes intereses es difícil que se logre revertir esta ecuación. Cambiemos lleva más de dos años demostrando que claramente su objetivo es otro. Pensemos en ello no solo a la hora de votar, sino también a la hora de demandar a los representantes sindicales la puesta en práctica de medidas de fuerza que generen impacto y a los referentes sociales y políticos que sean coherentes con las ideas que dicen defender.
Y también pensemos que nosotrxs mismxs, todxs juntxs podemos torcer el rumbo de esta realidad. Desde nuestro lugar de trabajo, nuestro barrio, nuestro lugar de estudio o en cualquier ámbito donde podamos intervenir colectivamente está la clave para cambiar las cosas. Cuando las decisiones gubernamentales van en contra del bienestar social, la salida está en no dejarse pasar por arriba y salir a pelear. Ejemplos sobran. La decisión de la corte de dar el 2x1 para los genocidas presos fue repudiada por miles en las calles. La reforma previsional desató marchas y cacerolazos. El camino es ese. Sólo es cuestión de seguirlo y profundizarlo.
¿La excusa? Desde el gobierno dicen que el FMI ofrece las tasas de interés más favorables de la plaza. Lo que no dicen es que de la mano de acordar con este organismo internacional vienen exigencias en política económica y social que no suelen tener contemplaciones respecto a las necesidades de una población cada vez más ajustada.
El anuncio de Macri por televisión de su inicio de conversaciones con el Fondo fue el broche de oro a una semana en la que la “patria financiera” se hizo un festival. Desde el miércoles 3 de mayo vivimos una nueva corrida bancaria, que dio como resultado una nueva devaluación del dólar, al cerrar el mismo a $22,20 el viernes cuando 3 días antes cotizaba a $20,50 (un 10% de aumento) con un pico de $23,30 alcanzado el jueves 3.
El día que se confirmó el diálogo con el FMI, superó nuevamente los $23 y cerró a $22,90. Más allá de las cuestiones coyunturales (negociados de grandes bancos que presionaron a la suba a la divisa, aprovechamiento de los capitales financieros para obtener ganancias exorbitantes, etc.) lo que nos preocupa son ciertas aristas sociales y de tipo estructural observables a partir de estos episodios, los últimos de una larga lista de movidas económicas que sólo benefician a unos pocos.
Podemos ver, entre otras cosas, que la suba de la tasa de interés y la venta de dólares del Banco Central como principales (por no decir únicas) estrategias del gobierno para evitar una corrida como la que terminó sucediendo fueron insuficientes y demuestran su extrema debilidad en estas circunstancias. Si bien al liberar el mercado cambiario en el año 2015 (eliminando el cepo y demás) el ministerio de Hacienda en buena medida se corrió de la discusión, al ver cómo la meta de inflación propuesta para este año se empezaba a acercar cuando recién estamos en mayo, decidió intervenir. Pero sus resultados fueron escasos y no pudo evitar que el dólar se moviera como el mercado quiso.
Para colmo, estos intentos tuvieron una consecuencia concreta. Los dólares que el Banco Central salió a vender son dólares de nuestras reservas, que en vez de utilizarse en inversión productiva fueron puestos al servicio del mercado financiero. Debido a esto, desde marzo de este año se dilapidó más del 12% de las reservas, y si tenemos en cuenta que en lo que va de 2018 no están ingresando tantos dólares desde el extranjero como durante 2017 (surgidos de préstamos, inversiones de capital, etc.), el panorama es desalentador.
En concreto, reservas hay. La pregunta que nos hacemos es: ¿el gobierno va a seguir permitiendo negociados como el de la semana pasada forzando el uso de reservas? Recurrir a un préstamo del FMI parece indicar que la respuesta sería afirmativa.
Todos estos números de las grandes finanzas no tendrían que preocuparnos si no fuera porque inciden de manera fundamental en nuestra economía del día a día. El precio del dólar no sólo le importa al que tiene dólares o al que quiere comprarlos. Nos afecta a todxs. Por ejemplo, un bien que mueve su precio en función del dólar (y según la voluntad de dos o tres empresas petroleras) como es el combustible, no sólo impacta en quienes tienen un vehículo, sino en todos los productos que se transportan en camión: alimentos, bebidas, leche, pan y más. Si a eso le sumamos que en una economía como la nuestra donde el Estado no controla los precios, los famosos "formadores de precios" hacen lo que quieren, tenemos una inflación descontrolada.
Hacemos hincapié en nuestro ejemplo en los productos alimenticios por una razón muy simple: todo el mundo necesita comer, por lo tanto, seamos ricos o pobres, tenemos que comprar comida. Pero no afecta lo mismo que suba el precio de los alimentos para quien sólo cobra un plan social o una jubilación mínima o un sueldo en negro en comparación con aquellos que ganan fortunas. Peor aún si las decisiones gubernamentales, muchas de ellas aprobadas en el Congreso con votos de quienes se presentan como “opositores” al PRO, apuntan a recortar directa o indirectamente los ingresos de laburantes o jubilados. Lo vimos en diciembre con la reforma previsional, lo quieren repetir ahora con la reforma laboral. También lo vemos en los tarifazos que se repiten año a año.
El rumbo que desde el gobierno se le pretende dar a la economía da cuenta de una situación estructural que no distingue color partidario: hay sectores de nuestra sociedad que no dejan de incrementar sus ganancias, sea cual sea la coyuntura económica, política o social. Si bien el orden de importancia varía según la época, los exportadores de granos, los agentes financieros y los proveedores de servicios públicos (como electricidad y gas) desde hace décadas que se encuentran entre los “ganadores”, más allá de cuál sea el modelo económico.
Sin un gobierno nacional que se plante frente a estos grandes intereses es difícil que se logre revertir esta ecuación. Cambiemos lleva más de dos años demostrando que claramente su objetivo es otro. Pensemos en ello no solo a la hora de votar, sino también a la hora de demandar a los representantes sindicales la puesta en práctica de medidas de fuerza que generen impacto y a los referentes sociales y políticos que sean coherentes con las ideas que dicen defender.
Y también pensemos que nosotrxs mismxs, todxs juntxs podemos torcer el rumbo de esta realidad. Desde nuestro lugar de trabajo, nuestro barrio, nuestro lugar de estudio o en cualquier ámbito donde podamos intervenir colectivamente está la clave para cambiar las cosas. Cuando las decisiones gubernamentales van en contra del bienestar social, la salida está en no dejarse pasar por arriba y salir a pelear. Ejemplos sobran. La decisión de la corte de dar el 2x1 para los genocidas presos fue repudiada por miles en las calles. La reforma previsional desató marchas y cacerolazos. El camino es ese. Sólo es cuestión de seguirlo y profundizarlo.
El Fondo que vuelve y el dólar que duele
Reviewed by AZULADO
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5/09/2018 12:56:00 p.m.
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